
Descubren como la venus atrapamoscas "recuerda" a su presa.
Los científicos continúan estimulando los mecanismos de la venus atrapamoscas para desvelar como la planta distingue la captura de un insecto con la de un objeto incomestible. Hay prueba de que la planta carnívora posee algo parecido a una memoria a corto plazo, y un equipo de científicos japoneses ha encontrado evidencia de que el mecanismo de esta memoria reside en cambios en la concentración de calcio en sus hojas, según un artículo publicado en "Nature Plants".
La venus atrapamoscas atrae a su presa con un aroma afrutado. Cuando un insecto aterriza en una hoja, se activan unos filamentos altamente sensibles que atrapan a la víctima. Una vez atrapada, unos largos cilios envuelven al insecto, como si de dedos se tratase, mientras la planta segrega jugos gástricos. El insecto es digerido entre los siguientes cinco y 12 días, tras los cuales la trampa se vuelve a abrir, liberando una cascara vacía que antes era el insecto.
En 2016 un equipo alemán descubrió que la venus puede contar la cantidad de veces que un objeto ha tocado sus hojas, habilidad que le ayuda a distinguir a un insecto de una nuez, piedra, o incluso un insecto muerto. Los científicos electrocutaban las hojas con impulsos mecano-eléctricos de diferentes intensidades y midieron las respuestas. El resultado fue que la planta detectaba la primera acción, pero no se cerraba instantáneamente, esperando un segundo estímulo para confirmar que se trataba de una presa real.
Pero la planta no se cierra por completo tampoco al segundo estímulo, sino que espera otros tres estímulos para empezar a liberar jugos gástricos, sumando un total de cinco impulsos. Los alemanes asociaron este comportamiento a una valoración coste-beneficio, en la que el número de estímulos ayudaban a la venus a determinar el tamaño y potencial nutricional de la posible presa, y determinaba si el esfuerzo valía la pena. En caso de no ser rentable, la presa era liberada en las siguientes 12 horas. Además, la planta cuenta con un receptor de quitina, material del exoesqueleto de la mayoría de insectos. La planta reaccionaría a esta coraza liberando aún más jugos gástricos para penetrarla.
Asimismo, la planta ha de tener algún tipo de capacidad para memorizar a corto plazo el número de impulsos que ha recibido en una cantidad de tiempo determinada, y anteriores estudios habían deducido que las concentraciones de calcio tenían un rol en esto, pero no podían comprobarlo sin dañar las células de las hojas.
Aquí es donde el estudio japonés entra, que descubrió como introducir un gen para la proteína sensora del calcio llamada GCaMP6, que brilla en verde cada vez que interactúa con calcio. Este brillo permitió al equipo rastrear visualmente la planta para medir los cambios en concentración del mineral al estimular la planta con una aguja.
Los resultados respaldaron la hipótesis de que el primer estímulo activa la liberación de calcio, pero no la suficiente para hacer saltar la trampa. El segundo estímulo ha de tener lugar en los siguientes 30 segundos, pues la concentración de calcio se reduce con el tiempo, haciendo de la concentración un sistema de memoria a corto plazo.
El siguiente paso sería la investigación de la relación del calcio con la red eléctrica de la planta que convierte el movimiento de la presa atrapada en pequeños impulsos que se distribuyen a través de las células. Ya es conocido que hay una cercana asociación entre el calcio y esos impulsos en numerosas plantas, de manera que no es sorpresa que también exista en la venus atrapamoscas.
Fuentes: WIRED